sábado, 7 de abril de 2007

Vientodestino en esta vidamar


Y así fue como la conocí, de casualidad, un día mirando el vasto mar. Tiene algo de inquietante ese enorme horizonte en el que por donde se mire, la línea es constante e inmutable, no respeta ni los más grandes navíos acercándose: es siempre uniforme, atrapante, infinita.

Ella también era infinita, interminable. Desde aquella primera vez que la vi en la playa supe que debía ser mía. Tan sólo el verla estar, correr, saltar, hablar o dormirse era hipnotizante. Ambos lo sabíamos. Sus formas se recorrían siempre placenteramente con la mirada. Ya nunca me aburría.

ue así que al pasar el tiempo construí poco a poco una relación con ella desde la nada, como si fuera mi propio muelle de maderas por mí plantadas, sobre el que luego caminara con orgullo, llegando a ser mi mayor sustento.

Al conocerla más profundamente me di con un arrecife de belleza abisal. Realmente perfecta era en su conjunto. Comencé a amarla.

Por supuesto, ningún amor verdadero es no correspondido. Horas pasaban mirándonos en el reflejo de las costas calmas. Y largas charlas. Y largos besos. Largo amor. Sus pecas se correspondían inexplicablemente con los granos de arena y sal bajo el agua transparente.
Justamente, nunca pude explicárselo por completo, aun creo que no entendió cuando intenté decírselo. Es que sus ojos me hacían preguntas. Su duda me atrapaba.

Pero un día, más por una cuestión geográfica que filosófica, le pregunté sin pestañear ni dejar de mirar la dichosa línea: -¿qué habrá más allá… no?- Yo aun señalaba el horizonte cuando lastimosamente dijo: -mi futuro.

Las nubes negras tapaban la luz de la luna. Reinaba la noche. Al menos lo oscuro no dejó ver las reacciones; yo no la ví correr, ella no me vio abrazar mi soledad.



El tiempo nunca se detuvo. El viento destino mueve la marea.



Miro el horizonte otra vez. La línea, allá lejos, quieta. Ignoro las razones del agua para permanecer hecha ojos sin desbordar, aun que sé que sería redundante sumar una o dos gotas más a este ya cargado océano.

La luna brilla y se refleja ondulante en éstas y otras aguas. Las aves duermen volando. Por mi parte, abajo, vuelo dormido; las olas borran palabras en la arena, pero se llevan el mensaje al mar.





-AG-

*este cuento contiene un fragmento de un peoma de un groso jujeño, Ernesto Aguirre. (Jujuy, 1953). Libros publicados: "Historietas" (1978); "Espejo astillado"" (en colaboración, 1980);"Café de la luz" (1984); "Crónicas del buen amor" (1986); "Sofía,in memoriam" (1995) Datos tomados de LETRAS JUJEÑAS - antología de poesía y cuento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no podia dejar de comentar esta entrada (?) el cuento me parece simplemente I N C R E I B L E... felicitaciones adri! y de Ernesto Aguirre ni hablar

Unknown dijo...

Ernesto Aguirre no lo conozco lamentablemente, pero se nota que estas influenciado en sus cuentos como para nombrar varios de sus publicaciones.
Tanta suavidad, tanta sencillez, tanta pureza y sobre todo el amor.

Por ahora el que más me gustó
Segunda lectura :D